Laia Guarro iba para escultora y artista. El olor a madera que impregnaba el negocio familiar, una fábrica de muebles, la condujo a estudiar conjuntamente Ingeniería Técnica en Diseño Industrial y Diseño Industrial en la escuela Elisava. Todo esto mientras trabajaba en el negocio familiar. 

Así empezaba algo que, según Laia, quedó como una constante en su vida: «mucho diseño y mucho sueño». 😂

Tras concluir sus estudios inició su trayectoria en el mundo del diseño pasando por diferentes estudios de Barcelona y Milán. Tras esta etapa dio el paso definitivo de construir su estudio, con base en Barcelona, para clientes como ACCIO (Ajuntament de Barcelona), Comsa Corporación, Col·legi de Periodistes de Catalunya, Editorial ContraEdiciones, Il·lustre Col·legi d’Advocats de Barcelona, Lili’s Bakery, el diseño de la revista Panenka  Sotheby’s International Realty, UNICEF o UNU (United Nations University).

Uno de los últimos proyectos que ha realizado es la nueva identidad del Centre Arts Santa Mònica de Barcelona. Un proyecto, con el que hemos colaborado con impresión de fine-art, y en el que ha conseguido transmitir su dimensión, responsabilidad social y proyección dentro de la esfera cultural de la ciudad.

Desde su pequeño local en el barrio de Gràcia, nos contagia su pasión por los materiales. Tenemos la fortuna de participar con nuestra imprenta en el desarrollo de algunos de sus proyectos y compartir, así, algo que nos une: la sensibilidad especial por el papel, la tinta y los procesos de producción.

Precisamente por eso tuvimos curiosidad en saber cómo fue su primera vez en una imprenta y esto es lo que nos contó Laia transportándonos a otros tiempos en los que las empresas de artes gráficas:

«Tenía 16 años. En la empresa familiar estaban preparando el catálogo para la nueva colección de muebles que iban a presentar en València. Por aquel entonces, los veranos trabajaba en la tienda de muebles ayudando a mi padre. 

Un día, mi tío me preguntó si quería acompañarle a la imprenta. Le dije que sí, muy bien sin saber dónde iba, pero me pareció algo diferente e interesante.  No recuerdo el nombre de la imprenta pero sí que estaba al lado del paralelo de la ciudad de Barcelona. 

Entramos en la imprenta, un espacio industrial muy grande, y nos sentamos en una mesa al lado de unos enormes ventanales, con mi tío, el diseñador, y varias personas de la imprenta. 

Recuerdo que sacaron los fotolitos y estuvieron hablando de cosas que no entendía, pero sí me acuerdo de ver las marcas de registro y entender que para ver la imagen a todo color, aquellas marcas tenían que encajar. Lo que más me impactó fue; el espacio, la maquinaria y la cantidad de gente trabajando para hacer un catálogo de 24 páginas».

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